
Día 1: La Disposición para Escuchar: ¿Estás Listo para Oír a Dios?
Reflexión:
Vivimos en un mundo lleno de ruido. Los compromisos, las preocupaciones y la constante conexión digital nos sumergen en un torbellino que rara vez nos permite escuchar. Sin embargo, Dios está siempre hablando. Su voz no siempre es estruendosa ni ruidosa, sino suave y apacible, esperando ser escuchada en la quietud de nuestro corazón. En 1 Samuel 3:10, cuando Dios llama a Samuel, Él responde: «¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!». Esta respuesta nos muestra la importancia de nuestra disposición. La voz de Dios no se impone, pero se ofrece con amor y paciencia. Sin embargo, para escucharla debemos primero estar dispuestos a callar las distracciones y esperar en Él.
Es fácil ignorar la voz de Dios cuando estamos ocupados o distraídos. Al igual que cuando recibimos una llamada desconocida en nuestro teléfono y la ignoramos pensando que es spam, muchas veces desestimamos lo que Dios quiere decirnos. La llamada divina, sin embargo, tiene el poder de cambiar nuestra vida, guiarnos, corregirnos y darnos paz. Si no estamos atentos, podemos perdernos ese mensaje clave. El caso de Samuel ilustra este punto de manera clara: él, a pesar de estar en el templo, aún no reconocía la voz de Dios. Pero cuando finalmente escuchó y respondió, recibió dirección y revelación.
Dios no tiene que gritar para llamar nuestra atención. Su voz tiene una autoridad silenciosa y profunda. En 1 Reyes 19:11-12, Elías experimenta vientos, terremotos y fuego, pero Dios no estaba en ninguno de estos fenómenos. Después vino un silbo apacible y delicado, y allí estaba la presencia de Dios. Muchas veces esperamos que Dios nos hable en medio de situaciones grandiosas, pero Su voz puede estar en el susurro del corazón, en la calma, en los momentos de quietud.
Por eso, la clave está en nuestra disposición para escuchar. La vida puede ser un bullicio constante, pero debemos hacer espacio para que la voz de Dios resuene en nosotros. Cuando busques dirección, cuando el ruido del mundo te abrume, recuerda siempre que puedes decir: “¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!”
Ilustración: Imagina un jardín lleno de flores. Para escuchar el susurro del viento entre las hojas, debes estar quieto. Si corres o te agitas, no percibirás la brisa. De manera similar, si no hacemos espacio para escuchar a Dios, Su voz suave y amorosa será fácil de perder entre las prisas de la vida.
Historia: Un hombre estaba navegando en un mar tormentoso. El viento soplaba con fuerza y las olas eran enormes. De repente, escuchó una voz suave que le decía: “Relájate, estoy contigo.” El hombre, confundido, miró a su alrededor y no vio a nadie. Sin embargo, la voz seguía repitiendo las mismas palabras. Fue entonces cuando el hombre comprendió que la voz provenía del interior de su corazón. En medio de la tormenta, Dios le hablaba con paz, invitándole a confiar. Al recibir la palabra divina, el hombre experimentó una calma profunda, incluso en el caos. Dios nunca grita; Él susurra a los corazones dispuestos a escuchar.
Contexto bíblico: En 1 Samuel 3, Samuel, un niño que vivía en el templo de Dios, no reconocía la voz de Dios. Fue el sacerdote Elí quien le ayudó a entender que Dios le hablaba. Esta historia nos muestra que a veces necesitamos ayuda para discernir la voz de Dios. Además, el hecho de que Dios hablara a un niño refleja su voluntad de comunicarse con todos, sin importar nuestra edad o posición.
Oración guiada: Señor, hoy vengo ante Ti, dispuesto a escucharte. Te pido que calmes el ruido en mi vida y que me des un corazón sensible a Tu voz. Ayúdame a discernir lo que Tú estás diciendo, y dame la valentía de responder como Samuel: «¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!». Te agradezco tu paciencia y por querer hablarme siempre. Amén.
Lectura bíblica para hoy:
Ejercicio práctico: Hoy, aparta 5 minutos al menos para estar en silencio. En este tiempo, desconéctate de las distracciones (celular, televisión, etc.) y, con un corazón dispuesto, repite la oración: “¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!” Escucha con atención y anota cualquier pensamiento o sensación que surja. Recuerda que Dios te está hablando de una forma única.
Consejo de autocuidado: El autocuidado espiritual es vital. Haz de la quietud un hábito diario. No subestimes el poder de pasar tiempo en silencio con Dios. Incluso unos minutos al día pueden renovar tu paz interior y restaurar tu energía.
Cita inspiradora: «El silencio es la única voz de Dios. Escucha en paz.» – Anónimo
Ritual de cierre: Tómate un momento para reflexionar sobre lo que Dios te ha dicho hoy. Escribe en un cuaderno o diario cualquier palabra, imagen o sentimiento que hayas recibido durante tu tiempo con Él. A medida que termines tu devocional, agradece a Dios por su presencia y por hablar a tu corazón.
Desafío de amor propio: Haz un compromiso de escuchar más a menudo a tu corazón y a las personas que te rodean. Permítete un espacio de quietud cada día, para que la voz de Dios te guíe y fortalezca tu vida emocional y espiritual.
Espacio para reflexionar: ¿Qué estás sintiendo después de este devocional? ¿Hay algo que Dios te haya mostrado que necesitas escuchar o cambiar en tu vida? Reflexiona sobre ello y escribe tus pensamientos.