Cristo vino a salvar y sanar nuestra alma. Todos seremos tocados por el dolor en esta vida. Todos pasaremos por valles de rechazamiento, heridas, ofensas, traiciones, etc… Cuando pasamos por tiempos de dolor vamos amontonando y cargando el dolor en nuestro ser. En la mayoría de casos nadie nos enseña cómo sanar y recuperar de nuestro dolor y lo cargamos en nuestro corazón. Sin darnos cuenta ese dolor afecta varias áreas, nuestras relaciones, y a otras personas en nuestra vida. En nuestra sociedad hay un dicho, “El tiempo sana el dolor.” Pero el tiempo no sana el dolor; el tiempo multiplica el dolor. El único que puede sanar su dolor y alumbrar sus tinieblas es Jesús. (Apocalipsis 3.20)
I. El dolor guardado se multiplica por dentro Salmos 32:3-4
A. Todos tenemos un punto donde nos quebramos y la semilla de amargura nace en nuestro corazón.
B. Cuando nos amargamos podemos hacemos una de dos cosas: Internalizar meditamos en nuestro dolor como que hubiera pasado hoy. Ejemplo: Absalón después de la injusticia contra su hermana. Entregarle nuestro dolor a Dios.
II. Todos reaccionamos al dolor de diferentes maneras
A. Empezamos a echarle la culpa a otras personas. Rut 1:19-21
B. Cuando la culpa la tiene alguien más en mi vida no podemos sanar hasta que esa persona cambie.
C. Cuando nos amargamos queremos causarle dolor a otras personas.
III. Cuando estamos llenos del dolor no tenemos espacio para el gozo
A. El dolor nos causa ser una persona cerrada y aislada o…
B. Nos identificamos con otras víctimas.
IV. Lloramos, pero no lloramos de la manera correcta Mateo 5:4
A. Lloramos a otras personas por atención.
B. La respuesta es llorarle a Dios en vez de al hombre.
Conclusión
Cuando Jesús te toca no te va a doler. Lo que te forma no es el dolor, sino su respuesta y reacción al dolor. Necesitamos recibir la gracia de Dios y después extender esa gracia a otras personas. La verdadera solución para el Cristiano es depender del Espíritu Santo diariamente.