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Encontrando a Dios en el silencio

Encontrando a Dios en el silencio

Encontrando a Dios en el silencio

Mateo 27 – Cómo encontramos a Dios en el silencio

A veces intentamos forzar una situación que simplemente requiere silencio. En lugar de empeorar las cosas, debemos aprender a esperar y guardar silencio. Reflexionemos sobre el encuentro entre Jesús y Pilato.

En los versículos 11 al 14 de Mateo 27, Jesús, con toda autoridad, guardó silencio. Nosotros, a menudo, al hablar demasiado, podemos silenciar la voz de Dios. Al llenarnos de palabras y discusiones, no logramos escuchar Su dirección.

En un día hay 86,400 segundos, pero muchas veces desperdiciamos esos segundos al enfocarnos en solo unos pocos momentos de dolor, tristeza o quebranto.

Dios permite las batallas porque sabe que el Espíritu Santo que mora en nosotros desea guardarnos y hablarnos. Sin embargo, no tomamos el tiempo para guardar silencio y escuchar Su voz. La Palabra de Dios dice: «Estad quietos, y conoced que yo soy Jehová» (Salmos 46:10).

Los israelitas tomaron 40 años para recorrer un trayecto que les hubiera tomado 14 días. Ellos vagaron por el desierto porque se quejaron ante Dios y no confiaron en Su palabra.

Necesitamos sabiduría para saber cuándo hacer ruido y cuándo guardar silencio.

Jesús es el León de Judá y también el Cordero inmolado. El Espíritu Santo nos ayuda a discernir qué papel asumir en cada situación, no nuestras emociones o impulsos.

Cuando Jesús se enfrentó a Pilato, apenas había salido del huerto de Getsemaní, donde había orado y pasado tiempo con Dios. Él conocía la voluntad de Dios para su vida y sabía que no tenía que defenderse, porque lo que estaba sucediendo era parte del plan divino. Él no respondió porque había pasado tiempo con Dios y conocía Su voluntad.

Si no respondemos a nombres que no son los nuestros, ¿por qué respondemos a acusaciones falsas que no son verdades sobre nuestra vida?

Dios es quien abre puertas, y también es quien las cierra. Deja de enfocarte en lo que crees haber perdido o en lo que no tienes, y enfócate en lo que Dios te ha dado y en las oportunidades que Él ha puesto frente a ti.

El Espíritu Santo es nuestro entrenador, así como los atletas olímpicos tienen un entrenador que los corrige y anima. De igual manera, el Espíritu Santo nos anima, nos corrige e incluso intercede por nosotros con gemidos indecibles.

Tu rechazo puede ser lo peor que te suceda, pero también puede ser lo mejor que te haya pasado.

Salmos 23 dice: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo». Dios permite que atravesemos situaciones de muerte: la muerte de relaciones, sueños o situaciones de vida. Pero no debemos temer, porque Él está con nosotros.

¿Por qué no escuchamos la voz más importante en nuestras vidas? Estamos ocupados peleando con los «Pilatos» de nuestra vida, en lugar de estar en silencio y discernir la voluntad de Dios.

Juan 1:11 dice: «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios». 1 Tesalonicenses 5:18 nos recuerda que la voluntad de Dios es que demos gracias en toda circunstancia.

La historia de José habla de mucha pérdida: perdió su túnica, su familia y su posición, pero nunca perdió su relación con Dios.

El diablo lucha contra nuestras oraciones porque estamos en una guerra espiritual. Aun así, ora por tus amigos y resiste el deseo de discutir y pelear.

El Espíritu Santo te guiará tanto por caminos de bendición como por senderos oscuros. Caminos de ánimo y edificación. Pero, recuerda, Él habla en el silencio.

2 Timoteo 2:3 dice: «Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo».

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