Devocional
La Semilla que abre milagros
“Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.” Mateo 17:20
Primero Ayuno, Luego Fe – Las Montañas Nunca Se Moverán Sin La Preparación Espiritual del Ayuno.
Cuando Jesús enseñó sobre la fe que mueve montañas, nos mostró que algunos desafíos necesitan algo más profundo: una fe nutrida y fortalecida mediante el ayuno. En Mateo 17, los discípulos intentaron liberar al niño que sufría sin éxito, y Jesús les explicó que su fe, en ese momento, no era suficiente. Esta clase de liberación, les dijo, sólo podía lograrse a través del ayuno y la oración. Así, las montañas nunca se moverán sin primero el ayuno.
El ayuno es una preparación espiritual; es una manera de hacer espacio para que Dios actúe en lo imposible. Es como abrir un camino en nuestro corazón, despejando las distracciones, dudas, y temores, para que Su poder tenga acceso completo. Podemos compararlo a un agricultor que prepara la tierra antes de plantar una semilla: remueve piedras, malezas y todo lo que obstaculiza el crecimiento. De igual manera, el ayuno limpia nuestro espíritu de todo aquello que impide que la fe germine y crezca, para que luego podamos mover montañas con el poder de Dios.
Ayunar no se trata sólo de abstenerse de comida; es tener hambre por la presencia de Jesús. Es reconocer que hay una sed en nuestra alma que sólo Él puede saciar. Al renunciar a lo físico, le estamos diciendo a Dios que estamos más hambrientos de Su presencia que de cualquier otra cosa. El ayuno intensifica nuestra necesidad de Él, haciendo que nuestra alma anhele Su cercanía de una manera más profunda. Sin esta hambre por Su presencia, nuestra fe permanece débil, y las montañas se mantienen inmóviles.
Primero Ayuno, Luego Fe:
Jesús dejó claro el orden: primero viene el ayuno, luego la fe se activa, y entonces las montañas se mueven. Sin la preparación que trae el ayuno, nuestra fe es como una semilla lanzada en tierra rocosa. Pero cuando nuestra fe es sembrada en un terreno preparado —en un corazón limpio y entregado— esa fe pequeña puede llegar a mover cualquier montaña.
Reflexión:
Cuando Jesús enseñó sobre la fe como una semilla de mostaza, lo hizo después de mencionar el ayuno, subrayando su conexión. En Mateo 17, vemos que cuando los discípulos no pudieron sanar al niño, Jesús explicó que ciertas victorias requieren oración y ayuno. El ayuno, en este caso, prepara el terreno de nuestro corazón y lo limpia de incredulidad, orgullo y dudas. Ayunar nos despoja de las cargas que pesan sobre nuestro espíritu, dejando espacio para que la fe, aunque sea pequeña, pueda echar raíces y crecer en tierra fértil.
Es importante recordar las palabras de Santiago 2:17: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” La fe verdadera no es pasiva; requiere acción y obediencia. El ayuno es precisamente ese acto de entrega, una obra que fortalece nuestra fe y la convierte en un canal a través del cual Dios obra milagros. Así como un terreno necesita ser preparado para recibir la semilla, nuestro corazón necesita ser purificado y rendido para que esa fe pueda florecer y mover montañas.
El Milagro de la Semilla de Mostaza:
El milagro de la semilla de mostaza es su potencial ilimitado. Aunque parece insignificante, contiene en su interior un poder extraordinario de vida y crecimiento. Jesús nos mostró que, aunque nuestra fe sea tan pequeña como esta semilla, cuando está nutrida y activada por el ayuno y la oración, puede crecer hasta convertirse en algo mucho más grande de lo que imaginamos. Esta pequeña semilla, en el ambiente adecuado, se convierte en un árbol robusto, ofreciendo sombra, vida y fruto. Así es la fe: empieza pequeña, pero su potencial es gigantesco cuando permitimos que Dios la nutra en nuestro interior.
El ayuno, entonces, es como el agua y la luz para esta semilla de mostaza. Nos limpia, quitando todo aquello que impide su crecimiento: dudas, miedos, y preocupaciones. ¿Cuántas veces hemos sentido que nuestra fe es pequeña e insuficiente para enfrentar los desafíos de la vida? Jesús no nos pide una fe gigantesca; nos pide una fe genuina, como la semilla de mostaza, que se mantenga conectada al poder de Dios. En el momento en que nuestra fe y nuestra conexión con Dios son sinceras, Su poder se libera para obrar milagros.
Fe que Crece y Se Fortalece:
Jesús nos enseña que la fe como una semilla de mostaza no solo tiene el poder de moverse hacia lo imposible, sino que también crece con el tiempo y se fortalece. La semilla de mostaza es la más pequeña de todas, pero con cuidado, se convierte en un árbol que provee refugio y sombra. De la misma manera, cuando comenzamos con una fe humilde, el ayuno y la oración son como un cultivo espiritual que aumenta y fortifica nuestra fe, hasta que se convierte en algo sólido y firme. Con el tiempo, esa fe será una fuente de fortaleza no solo para nosotros, sino también para los demás que buscan refugio en Dios.
Ilustración:
Imagina un campo lleno de malas hierbas que han ahogado todo lo que una vez creció ahí. Para sembrar una semilla que prospere, necesitas limpiar el terreno, quitando toda hierba dañina que compite por espacio y recursos. El ayuno actúa de la misma forma en nuestro espíritu: limpia el terreno de nuestro corazón para que la fe, aunque sea tan pequeña como una semilla de mostaza, tenga el espacio y los nutrientes espirituales necesarios para crecer y producir fruto.
Otra ilustración que nos puede ayudar es la de un jardinero que planta un árbol. Imagina que tienes una semilla pequeña y la plantas en tierra fértil después de prepararla. Puede parecer insignificante, pero esa semilla, si es nutrida, tiene el potencial de convertirse en un árbol robusto. La fe, como la semilla, es pequeña al inicio, pero el ayuno y la oración son el agua y el alimento que la hacen germinar y crecer con fuerza. Nuestro compromiso con Dios, como el jardinero que cuida su planta, permite que esa fe pase de ser una semilla a un árbol fuerte que da fruto.
Lecturas Adicionales sobre la Fe y las Promesas de Dios:
Para fortalecer tu fe mientras ayunas, medita y declara estos versículos en voz alta:
- Hebreos 11:6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Nuestra búsqueda de Dios en el ayuno debe estar acompañada por la creencia firme en Su existencia y en Su recompensa para aquellos que le buscan sinceramente.
- Marcos 9:23 “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.”
Esta promesa nos recuerda que la fe abre el camino para lo sobrenatural. Cuando creemos en el poder de Dios, no hay límites para lo que Él puede hacer en nuestras vidas.
- Romanos 10:17 “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Sumergirse en la Palabra durante el ayuno es esencial, ya que alimenta nuestra fe y la fortalece, permitiéndonos confiar más en las promesas de Dios.
Versículo de Promesa:
«Porque para Dios no hay nada imposible.» Lucas 1:37
Este versículo es un recordatorio de que nuestra fe, fortalecida por el ayuno, se convierte en el puente que nos conecta con el poder de Dios para ver lo imposible hecho posible.
Preguntas para Reflexionar:
- ¿Hay áreas en tu vida donde la fe ha sido sofocada por la duda o el miedo? ¿Qué pasos puedes tomar para limpiar esas áreas mediante el ayuno?
- ¿Qué «montañas» estás enfrentando que requieren una fe activa y obediente?
- ¿De qué manera el ayuno puede ayudarte a fortalecer tu relación con Dios, permitiéndole obrar milagros en tu vida?
Meditación Final:
El ayuno es más que abstenerse de comida; es una oportunidad para preparar nuestro corazón y fortalecer nuestra fe. Al rendirnos a Dios en ayuno, estamos limpiando nuestro espíritu de las «malas hierbas» de la incredulidad, y dando espacio a que la fe, aunque sea pequeña, crezca con poder. Al avanzar en este tiempo de ayuno, recuerda que Jesús mismo nos enseñó que con fe y ayuno, nada nos será imposible. Que tu fe en este tiempo sea como una semilla de mostaza que, al ser nutrida, puede mover montañas y abrir puertas que parecían cerradas.
Un abrazo de mí parte,
Pastor Freddy