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Sana tu matrimonio del orgullo

Sana tu matrimonio del orgullo

¿Cómo sanamos del trauma de mi pasado?

¿Qué tipo de cónyuge sería Jesús?

Aunque Jesús no estuvo casado en la tierra, tenemos un claro ejemplo de cómo sería como cónyuge a través de su relación con la Iglesia, que es su novia. Él la redime, la ama y la cuida de manera sacrificial.

¿Qué fue diferente en Jesús durante su vida en la tierra?

A menudo, cuando estamos bajo presión, tendemos a convertirnos en la peor versión de nuestros padres. Jesús, por el contrario, en momentos difíciles corría hacia su Padre para pasar tiempo con Él, buscando parecerse cada vez más a su Padre celestial.

En los momentos de dificultad, nuestra mente tiende a enfocarse en cómo deberían ser las cosas, en lugar de concentrarse en resolver la situación actual. Sin embargo, en Filipenses 2:5 se nos dice: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús». Jesús, al humillarse, mostró cómo debemos vivir en esos momentos de presión.

El orgullo, enemigo de Cristo y de nuestras relaciones

Lo opuesto a la mente de Cristo es el orgullo, el cual genera brechas y separación. El orgullo insiste en que «yo tengo la razón». Este es también el mayor enemigo de cualquier relación o matrimonio. Donde haya una brecha que no estoy dispuesto a cerrar, es ahí donde necesito humildad y perdón para sanar la relación.

El amor no debe causar dolor por abuso, pero sí puede doler debido al proceso de maduración que necesitamos atravesar para mejorar nuestras relaciones. El amor nos impulsa a hacer cambios dolorosos pero necesarios.

La humildad es clave en nuestras relaciones

Filipenses 2:8 nos enseña que Jesús se humilló y fue obediente hasta la muerte. Como resultado, en Filipenses 2:9, Dios lo exaltó hasta lo sumo. Tenemos miedo de que, si nos humillamos, otros se aprovecharán de nosotros. Sin embargo, debemos disculparnos y humillarnos, porque esto puede transformar nuestras relaciones, especialmente cuando pedimos perdón el mismo día, antes de que se ponga el sol.

Lo que transforma nuestro orgullo y nos da la capacidad de humillarnos y pedir perdón es nuestro tiempo con Dios. La humildad es necesaria tanto para pedir como para dar perdón. Las relaciones no pueden funcionar si solo una persona pide perdón y la otra no lo otorga.

Las relaciones como refinamiento

Nuestras relaciones pueden ser una herramienta de refinamiento, eliminando el pecado o los malos hábitos de nuestras vidas. Para profundizar en nuestras relaciones, debemos hacernos estas cinco preguntas:

¿Qué trono personal debo dejar para servir mejor?
¿Estoy dispuesto a sacrificar mis deseos como lo hizo Cristo por la Iglesia?
¿Cómo puedo demostrar que estoy más dispuesto a servir que a ser servido?
¿Qué me impide servir a las personas que están en mi vida?
¿En qué áreas he esperado recibir más de lo que estoy dispuesto a dar?
En nuestras relaciones, debemos ser como una vela, dispuestos a ser consumidos por amor a los demás, pero solo si ambas personas están comprometidas la una con la otra. Gálatas 6:9 nos dice: «No nos cansemos de hacer el bien».

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